Una canoa a motor se desplaza en el Río Paraná. Su fragilidad contrasta con las inmensas embarcaciones ancladas en la zona portuaria de la ciudad de Corrientes.Tanto cuando hace frío como cuando el calor quema, el mate -infusión tradicional argentina- está presente entre los pescadores. Ayuda a acortar el tiempo, engaña al estómago cuando hay hambre y afianza el compañerismo.Los pescadores llevan a sus niños a la costa y éstos aprenden a desenredar y reparar los extensos mallones.Corrientes posee kilómetros de costa. Las canoas también son usadas como medio de transporte de una punta de la ciudad a la otra.Mientras aguardan para recoger las redes, los pescadores conversan durante una tarde calurosa, al cobijo de una de las defensas del Puente Interprovincial «Manuel Belgrano».El mallón se arroja al río y tras varias horas se lo recoge. Los pescadores usan bloques de poliestireno expandido para marcar las zonas donde los han dejado.Los perros aguardan en la playa la llegada de los pescadores. Reciben afecto y por supuesto, algo de comida.Desde pequeños, los hijos de los pescadores del Paraná, están familiarizados con el oficio de sus padres.Parece el mar, pero es el Paraná embravecido con la tormenta. Sin equipamiento de seguridad, los malloneros no se arriesgan a salir los días malos.